Vivimos una era sofisticada en la que muchos alimentos pueden consumirse sin importar la época del año en la que nos encontremos. Hoy, el mercado mundial de alimentos está a rebosar y ofrece frutas y verduras de los cuatro puntos cardinales.

  ¿Esto es beneficioso?

Sin duda alguna, si es beneficioso. El problema surge cuando esos alimentos son recogidos verdes, sin madurar y deben desplazarse miles de kilómetros hasta llegar a nuestras mesas.

De no haber sido por los intercambios culturales y gastronómicos, en muchos lugares del mundo existiría escasez de vegetales de inestimable valor nutritivo, como son la naranja, el kiwi, la mandioca, el trigo, el maíz, el arroz o la patata.

En cada hemisferio de nuestro precioso planeta, existen climas diferentes y por ello también, necesidades nutritivas que varían según la estación del año en la que nos encontramos.En los periodos fríos nuestro cuerpo debe gastar mas combustible a través de los alimentos para mantener nuestra temperatura corporal 36,5ºC. En este periodo debemos cambiar el tenedor por la cuchara y consumir más vegetales cocinados como las patatas con verduras de temporada y finas hierbas, las sopas de arroz integral con vegetales, tofu, piñones, setas, champiñones. Las legumbres, la calabaza, el repollo, la borraja y todos aquellos vegetales capaces de soportar el frío, nos trasmiten una energía extra que ayudará a nuestras defensas y resistencia. También el uso de las especias como la mostaza y el jengibre, la canela y la nuez moscada, son de gran utilidad para mantener nuestro calor interno equilibrado y conservar nuestras defensas en buen estado, ayudando a quienes padecen dolores articulares y resfriados frecuentes.

Si en el hemisferio en el que nos encontramos es verano o es cálido por naturaleza, las necesidades cambian. Nuestro cuerpo necesitará regular la temperatura a través de la piel. El agua y las sales minerales deberán estar presentes para evitar el cansancio, bajadas de tensión o la deshidratación. Cambiaremos la cuchara por el tenedor y los zumos de frutas de temporada se incluirán por la mañana, junto a cereales e infusiones de té verde o menta. Las ensaladas deberán capitanear el primer plato y la remolacha, la rúcula, el perejil, la manzana, la col, el tomate, la zanahoria, el ajo y el limón, traerán el agua y la fibra necesarias. Es un tiempo de colores vivos y de iluminación. Los colores nos indican dónde se encierran las vitaminas y los minerales.

¿Que sucedería si cambiamos la dieta?

MUCHAS PERSONAS MANTIENEN LA MISMA DIETA durante todo el año y, con ello, nuestro cuerpo se resiente ante la adaptación climática. Si las ensaladas y alimentos frescos son nuestro plato predilecto, deberemos aumentar el consumo de caldos, frutos secos, cereales y purés durante el invierno. Nuestro cuerpo es un horno creador de calor y de energía. Para ello utiliza alimentos en forma de combustible, y estos no solo aportan calorías o proteínas, también introducen vitaminas que son sustancias vitales que animan al cuerpo y sus reacciones, oligoelementos que actúan como baterías con diferentes voltajes para cada órgano y función, los aceites o grasas no saturadas que actúan como lubricantes internos y con los cuales nuestra memoria, sistema nervioso y hormonal funciona de maravilla.

Las personas unidas a la tierra y que siguen el ritmo de las estaciones y que todavía se alimentan de lo que sus huertos les ofrece, tienen un nivel de enfermedades inferior a la media. También viven por lo general con más salud y más años. Es cierto, que si no hay diversidad y una cierta abundancia, también existirán estados carenciales y, a través de ellos, vendrán enfermedades que a veces se arrastran como un lastre hereditario.

Modificando algunos comportamientos en la dieta, en algunos países asiáticos las nuevas generaciones han aumentado su estatura o talla media en dos centímetros. La población guanche en las islas canarias, en el pasado destacaba por su estatura superior a los dos metros. Detalles como éstos son los que nos hacen pensar que la humanidad cada vez debe de pensar más en qué ingiere y cómo se alimenta a la hora de valorar qué tipo de generación queremos ser y con cuanta salud queremos vivir.